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Jesús y el leproso que tal vez no lo era

Relato de una curación excepcional

Publicado: 2015-02-13
Jesús sana a un leproso, pero tal vez no lo era. ¿Existía la lepra en Palestina del siglo I? ¿A quiénes sanó Jesús realmente? ¿Jesús pudo enojarse? Preguntas para acercarnos al Mesías judío?
la cita
"Se le acerca un leproso suplicándole y, puesto de rodillas, le dice: «Si quieres, puedes limpiarme.» Compadecido de él, extendió su mano, le tocó y le dijo: «Quiero; queda limpio.» Y al instante, le desapareció la lepra y quedó limpio. Le despidió al instante prohibiéndole severamente: «Mira, no digas nada a nadie, sino vete, muéstrate al sacerdote y haz por tu purificación la ofrenda que prescribió Moisés para que les sirva de testimonio.» Pero él, así que se fue, se puso a pregonar con entusiasmo y a divulgar la noticia, de modo que ya no podía Jesús presentarse en público en ninguna ciudad, sino que se quedaba a las afueras, en lugares solitarios. Y acudían a él de todas partes".
Marcos 1:40-45
lepra: castigo divino y social

Jesús sana y limpia a un leproso que viene a pedir su ayuda. El evangelista Marcos no precisa tiempo ni lugar de la curación, es un episodio aislado del que se tenía memoria y que Marcos coloca aquí como culmen de esta primera etapa de su proyecto antes de las primeras disputas con los doctores de la Ley, y como último signo que convierte a Jesús en el profeta más aclamado y solicitado de la región.  

El Antiguo Testamento recoge dos relatos de curaciones de lepra que se diferencian notablemente de este relato de Marcos: la curación de Miriam (cf. Números 12,10s) y la curación de Naamán (cf. II Reyes 5,8s). En los dos casos las curaciones se realizan “a distancia” cumpliendo los preceptos de La Ley, que en lo que se refiere a leprosos, es muy estricta y detallada. Recomiendo leer el libro de Levítico capítulos 13 y 14, podría llegar a ser entretenido; por lo pronto les dejo solo esta cita que resume todo lo importante: 

“El afectado por la lepra llevará los vestidos rasgados y desgreñada la cabeza, se cubrirá hasta el bigote e irá gritando: «¡Impuro, impuro!»” (Levítico 13,45)

quien se acercara al leproso quedará impuro también. El leproso del relato de Marcos se acerca a Jesús evadiendo la prohibición y suplica: “Si quieres, puedes limpiarme” (v. 40), pide volver a ser limpio, no pide ser curado, es más importante su condición de ciudadano y parte de la comunidad que su salud física.

dibujo de cerezo barredo

un jesús enojado

El relato dice que Jesús sintió compasión del enfermo (cf. v. 41) pero los estudiosos están seguros de que la versión original es la que aparece en algunos manuscritos donde dice “Y enfureciéndose”. Es más probable que “compadeciéndose” haya sido la corrección posterior del relato, y así se explica también por qué Mateo y Lucas, en sus propias versiones de esta curación, prefieran no mencionar la reacción de Jesús y eliminen el término escandaloso (cf. Mateo 8,3 y Lucas 5,13). Debemos creer que Jesús se enfureció, ese fue el recuerdo que quedó guardado en sus seguidores, y queda preguntarse qué lo hizo enfurecer. Los estudiosos proponen tres respuestas: 

1. A Jesús le enfurece que el leproso se le acerque violando la Ley que se lo prohíbe; es posible si pensamos en un Jesús fanático de la Ley, pero el resto de la historia evangélica dice lo contrario, Jesús demuestra ser muy tolerante con los marginados. 

2. A Jesús le enfurece el daño que el demonio provoca en el pobre hombre; si pensamos que Jesús fue un personaje de su época convencido del poder de los demonios, esta puede ser una buena razón. 

3. A Jesús le enfurece la discriminación y el rechazo que La Ley impone a ese desdichado; yo me inclino por esta.  

Jesús toca al leproso y con el poder de su voluntad y palabra –“Quiero, queda limpio” (v. 41)- sana al enfermo. Nuevamente Jesús busca proteger su identidad mesiánica ordenando enérgicamente al hombre callarse, pero al mismo tiempo le pide que se presente ante el sacerdote para que certifique su curación, así lo manda La Ley (cf. Levítico 14). El nuevo hombre no se calla, al contrario, pregona por doquier el milagro –aunque tampoco se dice si acude al sacerdote- obligando a Jesús a apartarse de los lugares públicos.

La pregunta que hay que responder es: ¿Jesús sanó leprosos?, pero esta pregunta presupone que en la Galilea de Jesús había realmente leprosos. Entonces habrá que responder primero: ¿Existía la lepra en Palestina del siglo I?

jesús jamás sanó un leproso

Lo que conocemos como Lepra es la enfermedad provocada por un bacilo descubierto en 1868 por Gerhard Hansen. Los griegos la conocían como eléphas o elephantíasis, y el primer registro de ella en el Próximo Oriente viene del 323 a. C. Pues bien, la verdad es que no sabemos si esta enfermedad se presentó en Palestina en tiempos de Jesús, y las razones son unas cuantas. Lo que los judíos llaman con el término hebreo “sara’at” en realidad agrupa una serie de enfermedades de la piel como la soriasis, eccemas, micosis dérmicas, vitíligo, tiña y ciertos tumores; incluso se habla de “lepra de los vestidos” y “lepra de las casas” (cf. Levítico 13, 47-14). El Antiguo Testamento señala que los enfermos de lepra se ponen “blancos como la nieve” (cf. Números 12,10) pero tienen posibilidades de curarse (cf. Levítico 14,3), y estos no son características de la lepra moderna, de hecho, según la OMS recién en 1981 se halló la cura total a esta enfermedad. Y por último, según E.V. Hulse, en su artículo “La Naturaleza de la lepra Bíblica y el uso de términos médicos alternativos en las traducciones modernas”, hasta 1975 –y hasta hoy- no se ha descubierto en Palestina ningún resto arqueológico de alguna persona leprosa. 

Entonces ¿Jesús curó leprosos?: pues parece que no; ¿pero curó estas otras formas de enfermedades de la piel?: así parece, es incuestionable que sus seguidores atribuyeron a Jesús el poder de curar “leprosos” o lo que fueran, pero lamentablemente esto último –la atribución de los seguidores- es lo único que se puede aceptar como histórico. Ahora, una última teoría propone que se debe diferenciar entre “afección” y “mal”; la afección es el deterioro físico del hombre enfermo, y el mal es el “estigma personal y social que implica la impureza, el aislamiento y el rechazo” (Crossan 1994). Por lo tanto, lo que se cree es que Jesús no curó la afección sino el mal (el leproso no pide ser curado sino “quedar limpio”); Jesús, con su gesto, se “niega a aceptar la impureza ritual y la marginación social” (Crossan 1994). Es decir, Jesús no curó al leproso, este ya estaba curado, Jesús le restituyó su dignidad, le hizo ver que ya no estaba más expulsado de la sociedad, que ya no era un muerto viviente.



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Escrito por

Enrique Mesías

Compositor, cantautor y músico. A veces, maestro de escuela. Desenterrar al Jesús histórico es mi pasión desconocida. www.enriquemesias.com


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Notsrí socavado

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