«Estad atentos y vigilad, porque ignoráis cuándo será el momento. Al igual que un hombre que se ausenta: deja su casa, da atribuciones a sus siervos, a cada uno su trabajo, y ordena al portero que vele; velad, por tanto, ya que no sabéis cuándo viene el dueño de la casa, si al atardecer, o a media noche, o al cantar del gallo, o de madrugada. No sea que llegue de improviso y os encuentre dormidos. Lo que a vosotros digo, a todos lo digo: ¡Velad!»

Marcos 13:33-37

Con toda seguridad Jesús dijo estas palabras. El evangelista las recogió cuando fueron una tradición de la comunidad sin imaginarse el problema teológico que vendría después. Además, el evangelista no pondría en boca de Jesús una sentencia que lo dibuja como un ignorante del día más importante, “ni el Hijo lo sabe” (v.32). Tal vez, cuando Marcos escribió estas palabras en su evangelio no pensaba en Jesús como el ser divino omnisciente, o las puso en su libro porque toda la comunidad cristiana las recordaba y no había forma de desaparecerlas, aún con el pesar de presentar a Jesús como un ser humano con limitaciones.

Esta lectura en el Adviento invoca el espíritu de quien espera el nacimiento del salvador, pero en el contexto real no tiene ese significado. Este texto es parte del conjunto de dichos escatológicos de Marcos 13:1: Jesús anuncia la próxima llegada del Reino de Dios, que no ha llegado (la Iglesia propone la idea de que el Reino de Dios ya está aquí), y que a su llegada transformará la vida del mundo, sobre todo del pueblo judío. La transformación no será espiritual únicamente, sino política, económica, social y también religiosa, y los propios discípulos y amigos de Jesús serían testigos de esa irrupción. Esta es la concepción de Jesús sobre el Reino de Dios, llegará pronto, inevitablemente, él no sabe cuándo, pero no pasará su generación antes de que ocurra, hay que prepararse, estar despiertos. La mayoría de los estudiosos no confesionales creen, por eso, que Jesús no pudo instituir la eucaristía, ni mucho menos, fundar una Iglesia: no tendría sentido ante la inminente llegada del Reino.

¿El problema teológico? Jesús dijo que el Reino vendría en cualquier momento, pero ese día aún no ha llegado. Queda en nosotros alimentar o dejar morir esa esperanza.

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